Una brisa de «Amor y Esperanza»
Texto y fotos: Roberto Alfonso Lara

Si algo nunca falta en la Parroquia La Santa Cruz, del municipio de Cruces, en la Diócesis del centro sur de Cuba, son los molinos de “Amor y Esperanza” del taller homónimo, perteneciente al Programa Aprendiendo a crecer (Aac), de Cáritas Cienfuegos. Contra todos los vientos, desde 2004 el espacio funciona y ha logrado aunar a los beneficiarios, personas con discapacidades físicas e intelectuales, junto a sus familias.
Este 4 abril no fue la excepción. Dentro de las acciones por la Jornada Down-Autismo, el equipo diocesano del Programa realizó una visita de acompañamiento que terminó por convertirse en otro gran festejo. Ángel Luis, beneficiario del grupo, se disfrazó de payaso y ya anda en la búsqueda de un nombre artístico para su personaje; mientras Paco, ocurrente y jaranero, asumió el rol de productor musical.

Más tarde apareció en el escenario la payasita “Tikitiki”, de la Casa de la Cultura en Cruces, quien multiplicó la alegría de los participantes con juegos, adivinanzas, bailes y travesuras que iluminaron de felicidad los rostros. Y aunque pareciera algo esporádico, así suele ser cada vez que se reúnen en la parroquia del Pueblo de los Molinos, con una frecuencia de dos veces al mes.

El taller, animado por María Elena Bravo López, posee en la actualidad alrededor de quince beneficiarios, algunos de ellos diagnosticados con Síndrome de Down, retraso mental y parálisis cerebral infantil. Sin embargo, la constancia en este servicio de Cáritas Cienfuegos ha permitido desarrollar en ellos varias habilidades. Incluso, hoy Yaité, una de sus jóvenes integrantes, ejerce como colaboradora.

Otro pilar significativo constituye la alianza sostenida con la Casa de la Cultura de Cruces, especialmente a través del instructor de artes visuales Santiago García González, quien colabora de forma sistemática. Esto les ha dado la oportunidad de insertarse en las celebraciones del municipio y realizar exposiciones. De hecho, atesoran con enorme orgullo los premios y reconocimientos recibidos.
Los dos viernes al mes que deciden encontrarse, devienen, para los beneficiarios y sus familias, una brisa de “Amor y Esperanza” que llega aventada por los viejos molinos del pueblo crucense.

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