Rosal en La Inagua: Flechazo de vida en familia

Por: Katiuska Fournier de la Cruz

Un matrimonio campesino, mayor de setenta años, se adentró al mundo de la jardinería como microemprendimiento hace más de un lustro con el apoyo de Cáritas y su familia.

Desde su finca en “La Inagua”, área rural de la diócesis de Guantánamo-Baracoa, decidió probar suerte con el cultivo de rosas, algo nuevo para la pareja, y, sin esperarlo, recibieron las gratificaciones más inesperadas de sus vidas.

De aquellos inicios, cuenta Irma Alina Fernández:

I: Comenzamos buscando ayuda de personas que sabían de flores. Desde Holguín nos trajeron las posturas y algunos ingenieros que vinieron aquí nos dieron las nociones de cómo se sembraba. A mi nieto, que estudiaba ingeniería agrónoma le gustó eso y por ahí seguimos.

P: ¿Cómo era la rutina de atención al jardín en ese tiempo?

I: Mi esposo y yo nos levantábamos tempranito, colábamos café, atendíamos a los animales que era lo primero que se debía hacer y luego íbamos para el jardín. Al principio yo comencé cortando las flores y él y mi nieto deshojaban, desyerbaban, sembraban. Luego la familia se fue sumando los fines de semana para apoyarnos y al final todos estaban motivados. Cáritas nos apoyaba con recursos y así fuimos creciendo. Mi nieto iba con ellos y cogía experiencia. Gracias a eso se decidió a hacer estudios sobre los jardines y sus flores.

P: ¿Es una labor difícil?

Es un poco difícil pero cuando a uno le gusta se aprende rápido. Lleva limpieza, regar el agua. Hay que atenderlo todos los días para lograr que esté en buena forma, bonito. Teníamos rosas rosadas, rojas, Carlota, que es la que más se da aquí.

P: ¿Resulta este microemprendimiento un aliciente en materia económica?

Sí, nos daba buenos ingresos. Un señor en Guantánamo nos compraba las flores y por medio de él tuvimos mucha aceptación. Con eso sobrevivimos. Después vino la pandemia de Covid, mi esposo murió y tuvimos que dejar todo. Ahora comenzamos de nuevo y ya da frutos otra vez.

P: ¿Qué significa para Irma, viuda casi octogenaria, el retomar estas labores?

Significa mucho porque recuerdo todo ese tiempo bueno que pasamos. Él siempre decía: cuando yo falte no dejen de sembrar flores porque esa es la vida de nosotros. Así mismo ha sido.

P: Ver un jardín florecido ¿qué le inspira a su día?

Oh! Encanto. Yo estoy preocupada por cualquier cosa, me voy al jardín y hasta converso con las flores. Para mí es una felicidad entrar. Son dos cosas que se combinan: la alegría de las flores y la del hogar.

P: ¿Necesitan las personas de la tercera edad realizar estas actividades para su envejecimiento sano?

I: Sí. Mi vida son las flores. Yo cambio por completo al verlas, me dan alegría. Les digo a personas mayores como yo que se dediquen a sembrar cualquier planta para que vean el resultado. Muchos vienen a ver este rosal y me preguntan sobre su cuidado, me piden que les regale o siembre maticas.

P: Al lado de Irma, está Willian Romero Abillud, un joven de 27 años que se apasionó a las flores por medio de sus abuelos.

W: Era estudiante de ingeniería agrónoma y fue útil en mi carrera aprender de los profesionales que hacían los acompañamientos de Cáritas. Gracias a sus consejos me involucré en el mundo de la floricultura y mi tesis respondió a ese tema. He ganado mucha experiencia en la atención y producción del cultivo de rosas, el cual ha generado muchos bienes económicos también que son de disfrute familiar. Es un producto de cultivo agradecido y con mercado seguro, siempre que se atiende bien el jardín.

P: Qué dinámica familiar emplean en esta renovación de su rosal?

W: Algo importante es la unión. Nos reunimos para retomar estos caminos de floricultura. Mi abuela, mi madre y tíos, todos han colaborado de una forma u otro para que salga adelante el jardín, ya sea en el campo o en la ciudad con las cosas que necesitamos, como fertilizantes y otros recursos. Todos cooperan para lograr esto.

P: ¿Cuáles retos tienen para lograr la multiplicación de flores en el jardín?Es un problema obtener los abonos, productos biológicos, así como los químicos para fumigación que son los insecticidas, fungicidas. No hay un lugar para adquirir el sistema de riego, eso lo hacemos artesanalmente. Tenemos contratiempos en ese sentido pero con la voluntad, esfuerzo y agarrados de la mano de Dios, todo va saliendo adelante.Al concluir la entrevista, toma de la mano a su abuela. Ambos dejan hablar a las flores y se cuela una fragancia singular que reanima el ambiente. Se miran complacidos y al instante pienso en ese aforismo que inquiere sobre el antojo espontáneo de las rosas para crecer con buenas personas. Como sea, este sitio es un flechazo de vida, un retoño que recobra sus colores de paraíso.

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Katiuska Fournier de la Cruz
Katiuska Fournier de la Cruz

Comunicadora al servicio de Cáritas Cuba

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Un comentario

  1. Que alegría ver que han vuelto a retomar la jardineria, prueba de que ea una opción válida para mejorar el bienestar de las personas. Les deseo éxito y que se aumen otras familias

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