Por rumbos de alegría y misericordia
Equipo de Comunicación Diócesis Guantánamo-Baracoa
Guantánamo-Baracoa, julio de 2022— Tan solo han transcurrido cuatro horas del día y ya marchamos rumbo a la parroquia “Santa Rosa de Lima”, en Imías.
Rezamos porque el reencuentro con los responsables de los equipos de Cáritas en las comunidades de esa zona sea confortante tras dos años de distancia, estrés e incertidumbre, con el propósito de comunicar que la fuente de nuestra alegría mana de la Resurrección de Jesucristo. “Alégrate, Cristo ha resucitado. Aleluya” es centro de esta jornada.
Llegamos primero y decoramos el templo: bonitas sorpresas matizarán esta cita.
Esbozos de un reencuentro
Desde Boca de Jauco, Río Seco, Los Gallegos, Los Cerezos, Tacre, Cajobabo, Lagunita, Yacabo Abajo, el Jobo y otros lugares de Imías, en la Diócesis de Guantánamo-Baracoa, comienza a llegar el voluntariado de Cáritas. Al notar el colorido, alegre y cálido saludo por el reencuentro con los agentes pastorales de la parroquia y el equipo diocesano, transforman sus rostros de cansancio por los de expectación.
Un rico pan de maíz con coco, desayuno típico de la zona, y una música alentadora acompañado de un ambiente fraterno y cercano anuncia una jornada diferente.
Al ritmo de: “Mi Dios está vivo/ Él no está muerto/ Mi Dios está vivo/ En mi corazón…” se cuelan movimientos, tonadas y brillo de miradas que abren con confianza las puertas al Espíritu Santo en su convivencia.
El sentido de la vida laical desde Cáritas
Bienvenida oficial, oración, dinámicas de presentación, estrenan este encuentro y a los pocos minutos se anuncia el tema formativo: La misericordia, ese “viaje del corazón a las manos” que, al decir del Papa Francisco, revela el sentido de la vida al servicio de Dios y el prójimo.
En un mundo agrietado por descartes y desamores, los voluntarios comparten sus vivencias, colmadas de heridas por las miserias que padecen los hermanos, junto a sus ofrecimientos de escucha y acogida.
De la práctica del bien versan historias que magnifican el valor de las obras de estos animadores de programas caritativos durante el confinamiento, gestos que calmaron miedos, sed, hambre, soledad y dolencias en ancianos, personas con discapacidades, contagiados de Covid19 de la comunidad u otros sitios, además de otros grupos sociales con variadas vulnerabilidades.
Invitados a dar nuevos rostros a las obras de misericordia según las necesidades de cada tiempo y región, la jornada animó a multiplicar el espíritu de fraternidad que protege a los más frágiles, pone su esencia al servicio y alimenta la esperanza.
Inspirando alegrías
“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en cada situación porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús. (Tesalonicenses 5:16-18).
Son tiempos muy difíciles para la isla, mucho más en zonas distantes de su geografía como la Diócesis de Guantánamo-Baracoa. Una vez más se agudizan las limitaciones y resulta un desafío la cotidianidad en sus más simples necesidades. A ello, la respuesta cristiana indica un camino de oración, resiliencia y creatividad para encontrar a Dios en medio de las tinieblas del vivir y despertar ánimos, reconocer el consuelo y abrazo del Padre, despejar tristezas, renovar alegrías y compartirlas con quienes experimentan mayor indefensión.
El encuentro concluye y las voces que antes llegaron apagadas, muestran tonos diferentes, amenos, motivados. Un nuevo sol se levanta para ellos en medio de tantas vicisitudes. Dios revive sus pensamientos y entusiasmo. Un nuevo camino les espera en el lugar de siempre, cual estribillo de canción que asegura:
“Cambiar el aire depende de ti/ Vale la pena una vez más/ Saber que se puede, querer que se pueda/ Quitarse los miedos, sacarlos afuera/ Pintarse la cara color esperanza/ Tentar al futuro con el corazón…”.
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