Osvaldo e Inalvis: una nueva oportunidad . Tercer Concurso Nacional de Comunicación en Cáritas Cuba.

Una transfusión de sangre perturbó a Osvaldo hace más de 2 décadas, cuando aun permanecían las cortinas del silencio y numerosos tabúes contra las personas que enfrentaban un virus sin rostro pero mortal.
En esos momentos, cuando la vida parecía escapar de las manos, la cercanía de seres queridos y el caminar junto a su esposa en el grupo de apoyo Hermanos en la Esperanza, de Cáritas, sostuvieron los cimientos de este hombre. En medio de la incertidumbre y los temores iniciales descubrió que se puede encontrar, aun en los contextos más adversos, el tesoro más grande: el amor de Dios.
«A partir de los testimonios de fe y vida de los animadores de ese grupo perteneciente al Programa de Apoyo a las Personas con el Virus de Inmunodeficiencia Humana- Sida y sus familiares, nos motivamos a visitar por primera vez la iglesia. Ese fue el inicio del peregrinar con el Señor, siempre atento para abrazar y sostener a sus hijos en la adversidad. Poco a poco descubrimos cuánto nos ama, por encima de todo. Mi encuentro con ‘el es casi indescriptible, faltan palabras para expresar todo lo que sentí: fue como sanar el alma, reconfortar el espíritu, comenzar de nuevo».
Por eso, ir a misa cada domingo, representa el aliento del que no se puede prescindir, cual bálsamo para el dolor, antídoto contra los temores.
«Le dije a mi esposa Inalvis, este es el camino, aquí nos quedamos»-confiesa Osvaldo. «Nos formamos en las catequesis para recibir los sacramentos y hasta bendecimos nuestra unión por el matrimonio religioso».
«Conocer a Dios a partir del programa ha sido una vivencia única y maravillosa”, agrega ella. “Dios nos demostró que es paciente y misericordioso, nos esperó hasta que decidimos acercarnos y transformó nuestras vidas. Nos enseñó a dar gracias por todo, pese a un virus mortal que a muchos asusta y entristece. No tengo la misma condición serológica que mi esposo pero eso no lastra en lo absoluto nuestra realidad como pareja, seguimos queriéndonos como siempre y nos levantamos con la alegría de disfrutar de un nuevo día».

La experiencia de la conversión llega en medio de un virus que para muchos es lacerante, destructivo, definitivo. Dios da luces cuando parece que las tinieblas nublan el paisaje, pinta la existencia de colores y los sueños vuelven a brotar de los corazones más contritos. De esa seguridad que solo experimentan quienes descubren la convicción de la fe, conocen Osvaldo e Inalvis, quienes también agradecen esa inmensa bendición al grupo de apoyo Hermanos en la Esperanza, de Cáritas.
«Todos los integrantes que nos reunimos en la parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa tenemos historias muy diversas pero nos unen los deseos de seguir adelante y hoy nos consideramos una familia -comenta Osvaldo. Llevamos alrededor de 20 años en este espacio en el que aprendemos a disipar temores, a vivir diferente, con más autocuidado y respeto por el bienestar propio y de los demás».
Hermanos en la esperanza es un sueño hecho realidad por voluntarios que quisieron ser agentes de cambio ante la realidad de exclusión contra los seropositivos, latente aun en la década del 2000. Era preciso levantar los velos de los prejuicios ante el insospechado diagnóstico, acoger, acompañar, cuando algunos familiares y amigos optan por el alejamiento. Así lo logran, paso a paso, este y los otros 2 grupos del Programa de Apoyo a las Personas con VIH SIDA y sus familiares, existentes en la Diócesis Guantánamo Baracoa.
«Los primeros momentos fueron muy difíciles pero comprendí la importancia de mantener un estado físico y psicológico estable, confiesa Osvaldo. Tanto los especialistas del área de salud como los que intervienen en este programa me mostraron que la depresión y el estrés ocasionan consecuencias muy negativas para cualquier persona, sobre todo los que viven con VIH. Por eso mi proyección es estar en armonía y paz».

«En los encuentros hemos aprendido los dos»-puntualiza Inalvis-, quien siempre ha estado al lado de su esposo para compartir con él los momentos austeros y también los de felicidad. «Los conocimientos de los hábitos de vida saludables, además de las herramientas para mantener la autoestima y el respeto a la dignidad de la persona, son luces que nos permiten llevar la cotidianidad con más bienestar y seguridad».
La fuerza de la unión, solidaridad, comprensión, entre los animadores y miembros de Hermanos en la Esperanza, junto a la fe en el Padre que nunca abandona, dibujan una historia diferente para Osvaldo e Inalvis.
“Desde hace un tiempo somos animadores del grupo y colaboramos en la visita a los integrantes cuando están enfermos o requieren ayuda ante disímiles situaciones. Nos convertimos en promotores de salud-comenta Inalvis- porque transmitimos saberes a nuevos diagnosticados. Ellos necesitan del mensaje alentador, en medio del dolor y la incertidumbre que rodean al VIH SIDA».
“Es posible enfrentar el virus y elevar la supervivencia por muchos años- asegura Osvaldo- soy un ejemplo de ello, siempre he estado bien, con indicadores estables. Lo he logrado gracias a los cuidados y a la actitud de disfrutar cada día con fe y pensamiento positivo.
Aunque no niego el impacto del virus y las secuelas no solo físicas, sino espirituales y sociales que arrastra tras sí, no hay límites para las aspiraciones ni proyectos, si te pones en manos del Padre, pues siempre concede fortaleza, paz y consuelo».
Sonreír a la vida y crecer como seres humanos es un regalo del cielo para Osvaldo e Inalvis, quienes agradecen esta nueva oportunidad, desde el amor y presencia salvadora de Dios.