MI CANSANCIO QUE A OTROS DESCANSE.

Adriana tiene alma de pescadora. Y no por crecer viendo redes y botes en Júcaro, el pueblo de gente de mar donde vive, al sur de la provincia de Ciego de Ávila. Allí, donde se cocina muy bien con una llanta de carro y donde los niños tienen que salir a “pedir botella” para llegar a la secundaria más cercana, nadie la conoce por lanzarse en barco a buscar alimento.

Adriana Hernández pesca en Júcaro de otro modo. Cuando tira de su anzuelo recoge un sustento diferente: gratitudes, afectos, alegrías. Ella es de quienes viven sirviendo, y para ello, preparar el desayuno a las personas mayores más necesitadas de su comunidad mediante un proyecto de Cáritas es solo el pretexto.
Desde hace alrededor de cinco años, su casita de madera salpicada por las olas de la costa se convierte en comedor. Un comedor sin horarios, porque cada persona busca el desayuno cuando puede.

“Eso pasa lo mismo en la mañana que a las seis de la tarde ─comenta─. Para algunos de ellos ese es el único bocado; entonces, hay quienes prefieren desayunar algo, pero otros escogen no acostarse con la barriga vacía. También hay quienes se comen el pan por la mañana, la salchicha por el mediodía y la leche por la noche. Yo no les puedo decir que no”.

Así sucede los 365 días del año, para ella no valen feriados: veinte beneficiarios acuden a su bondad y a la ayuda de Cáritas cada jornada. “A veces hay pan con salchicha, otras con mayonesa; también les preparo croquetas de pescado… A eso se suma la leche y el cereal, cuando lo conseguimos”, explica.

Adriana se muestra satisfecha cuando habla, pero deja claro que en ocasiones quisiera hacer más. “Yo no les puedo decir que no”, me vuelven sus palabras y recuerdo ese verso de la canción Pescador de hombres, compuesta por el sacerdote español Cesáreo Gabaráin: “mi cansancio a otros descanse”.

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