“Desde Cáritas, Un Grano De Arena”. Encuentro Con Aurora Pérez.
Por: Equipo de Comunicación, Cáritas Habana
Existen voluntarios desde antes del nacimiento de Cáritas como institución. En los comienzos, por allá por la década del 90, estos servidores dieron los pasos inaugurales que propiciaron luego el gran sueño de organizar la caridad: repartieron los primeros donativos de alimentos y medicinas, se capacitaron en las formaciones y, en consecuencia, han crecido como miembros activos y amantes de la espiritualidad de Cáritas.
Entre ellos tenemos a Aurora Pérez, quien participó de las primeras acciones, incluso antes de que se estructura el Programa de Personas Mayores (PPM) como lo conocemos hoy en día. En 1993 surgió el PPM, y tres años después en Madruga, durante la convivencia formativa para colaboradores del Programa, se discutieron los principales temas que darían amplio sentido a su funcionamiento. Allí estaba Aurora. Como también estuvo entre los años 1998 al 2000, cuando se consolidaron los servicios de desayuno en Guanabacoa, localidad donde vive.
Ella comenzó a servir en Cáritas a raíz de su temprana jubilación por problemas de salud. Algo que no disminuyó su deseo de ser útil y entregarse a las obras de bien de la Iglesia. Actualmente es formadora del equipo del PPM de Cáritas Habana.
¿Dónde fueron tus primeras experiencias de voluntariado?
En mi parroquia, Nuestra Señora de la Asunción de Guanabacoa. Allí serví por algunos años en el servicio de desayunos. Luego participé de las visitas de acompañamiento por toda la arquidiócesis, donde conocí situaciones difíciles y anécdotas impresionantes.
¿Algunas de esas anécdotas que te hayan marcado especialmente?
Una vivencia muy significativa, por ejemplo, la tuvimos en Güira de Melena, donde se repartían alimentos a través de un servicio llamado la Cantina Peregrina. Este servicio consistía en que una familia apadrinaba a un anciano, con el compromiso de darle tres almuerzos a la semana. Algo que se convirtió en que le ofrecían almuerzo todos los días, lo llevaban al médico y en muchos casos, lo integraban en las dinámicas familiares. Recuerdo que una de esas familias se encariñó con un señor, al cual atendieron hasta su muerte. Ese señor tenía mucho dinero bajo su colchón, lo descubrieron después de su fallecimiento, y vivía en pésimas condiciones, lo que te hace pensar que no todo lo que necesitan las personas mayores pasa por el prisma de los recursos materiales.
Hemos descubierto también a personas pobres que ayudan a otras personas, a pesar de sus propias carencias. Lo viví en San Antonio de los Baños, donde recorrimos todo ese valle conociendo y acompañando a los ancianos.
Además del servicio, también compartes tus conocimientos con las personas mayores y sus familias…
Sí. Con Cáritas vamos por las vicarías y ofrecemos temas formativos. En mi caso particular, los talleres que imparto son sobre estilos de vida, reconocimiento del maltrato a los adultos mayores y promoción de sus derechos, organización del trabajo…todo lo relacionado con mejorar su calidad de vida, porque lo primario en el programa es dignificar la vida de la persona.
El PPM brinda asesoría y conocimientos a los responsables de los servicios, para que luego lo impartan a beneficiarios y familiares. Formando a los voluntarios, descubres historias que te impactan y te hacen permanecer.
¿Qué es lo que más aprecias de colaborar con el Programa?
Que se puede cambiar la vida de la gente. Que se puede enseñar que “el amor todo lo puede”, como sugiere la Carta de San Pablo a los Corintios. Más allá de lo material, la gente que asiste se siente hermana.
A veces son personas solas, cuyos hijos se fueron del país, que viven en una finca que se secó y no tienen qué comer. Para ellos, el día que buscan el desayuno es diferente. En medio de las carencias, han hecho comunidad.
Me anima además, cuando nos encontramos con párrocos, religiosas y seglares que se comprometen y disfrutan colaborándonos. Hay lugares que tienen un solo servicio de comedor. Otros tienen cuatro. En otros son rotativos (se van turnando por grupos de voluntariado). Pero hablamos de 33 servicios y de unas 100 personas que colaboran con Cáritas.
Donde vivo, por ejemplo, que corresponde a la vicaría que enmarca los territorios de Regla y Guanabacoa, se da alimento a unos 300 ancianos entre desayunos y almuerzos. En un lado tienen 20, en el otro 50, por allá se les da una jaba…pero Cáritas participa de esas obras con todo lo que puede.
¿Qué te gustaría que sucediera con los adultos mayores?
Yo soy un adulto mayor, y lo que me suministran como jubilación no alcanza. Un cartón de huevos vale 3 mil pesos, y yo gano 1500. Entonces, independientemente de lo que sucedió con mi jubilación, se necesita más. Los adultos mayores necesitan más. Y no es que nos lo den gratis, es que trabajamos una vida entera para ello. Es duro de buenas a primeras quedarse sin nada. Es un problema elemental de justicia, no de caridad. Es importante entender esto.
Cáritas puede también enseñar mucho, desde la Doctrina Social de la Iglesia. Uno de los mayores maltratos es que el anciano no pueda comer bien, no tenga salud ni cuidados suficientes. Hay personas que se sentirían muy aliviadas si tuvieran un lugar donde intercambiar con otros, y no hay suficientes espacios así. Es un asunto de justicia. Dios permita que podamos seguir ofreciendo, desde Cáritas, un grano de arena.
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