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Redacción VC Digital

Foto: Rachel S. Diez

Migdalia Dopico Paz trabaja hace dos décadas para una de las instituciones más queridas y reconocidas de la Iglesia: Cáritas. La mitad de ese tiempo ha acompañado a la pequeña comunidad que conforman los coordinadores de los programas de Cáritas Habana -Grupo de Desarrollo Humano, Emergencia y Ayuda Humanitaria, Aprendiendo a Crecer (destinado a personas con discapacidad), Programa de Personas Mayores, VIH-; pero también a la gran comunidad, integrada por voluntarios y beneficiarios de cada proyecto.

En Cuba, Cáritas existe para el servicio caritativo organizado de la Iglesia hacia el pueblo desde 1991. Personas como Migdalia viven una entrega diaria, sacrificada y silenciosa, para que sus semejantes conozcan el amor de Dios a través de gestos concretos de donantes, fieles cristianos y servidores.

VC: ¿Cuándo te acercaste a la Iglesia y en qué comunidad/parroquia vives la fe?

M: Siempre he vivido mi fe en torno a la Parroquia de San José del Cerro. Mis padres sembraron en mí y en mi hermano esa semilla. Eran católicos practicantes, miembros de la Acción Católica, laicos comprometidos desde muy jóvenes. Si bien cuando crecí opté libremente por seguir a Jesús, es un regalo recibido también de mi familia.

VC: ¿Un camino profesional en la ciencia?

M: Me gradué de la licenciatura en Química en la Universidad de La Habana. Planeaba la vida como científica. Por trece años trabajé en el ICIDCA (Instituto cubano de investigaciones de los derivados de la caña de azúcar). Mi profesión era mi vida. La escogí por vocación.

VC: ¿Cuándo decides dar el salto hacia el trabajo en y para la Iglesia?

M: En 2004. Un día recibí una llamada de José Ramón, actual contador del Arzobispado. Él me dijo que en Cáritas Cuba buscaban a un laico comprometido para la coordinación del Programa de Personas Mayores, que entonces se llamaba Tercera Edad. Me pidieron que hablara con la directora en aquel momento, Maritza, y que escuchara todo lo que precisaba el servicio.

Recuerdo que en la entrevista les dije que lo pensaría. Porque era cambiar todo, y yo ni siquiera estaba buscando trabajo. Representaba abandonar mi profesión para adentrarme en un campo bastante opuesto: el trabajo social. Lo recé, lo hablé con mi familia, y al final me decidí. Pensé que el Señor me estaba cambiando el rumbo, porque uno no quiere salir voluntariamente de su zona de confort. Hice el cambio y no me arrepiento. Me adentré en el mundo de Cáritas, y de las Personas Mayores en principio. Aprendí muchísimo con el equipo asesor del programa que eran expertos en gerontología, sicología… Descubrí con nuevos ojos el mundo de la vejez, los estigmas, el cómo había maltrato solapado hacia las personas mayores. Con el Programa caminé toda Cuba. Conocí voluntarios entregados que no reciben nada y se levantan temprano a cocinar o a animar algún grupo.

Estuve 11 años como Coordinadora Nacional. Viví momentos muy gratificantes, como los intercambios regionales con otras Cáritas de Latinoamérica, que nos permitió ver otras realidades de pobreza y que ellos a su vez vieran las que se vivían aquí.

VC: ¿Cómo llegas a Cáritas Habana?

M: Nuevamente fui sacada de mi zona de confort. Esta vez por el Cardenal Jaime Ortega, quien me pidió asumiera el servicio frente a Cáritas Habana, ante el retiro de la entonces directora Ofelia. Buscaban alguien que tuviera experiencia previa en el trabajo de Cáritas, pues La Habana es la arquidiócesis más grande. Lo recé una vez más, y acepté luego de compartirlo con mi familia y meditarlo mucho. De esa decisión han pasado ya 9 años.

VC: ¿Cómo es conformar comunidad, familia, equipo en Cáritas Habana?

M: Traté de buscar personas con espiritualidad cristiana o afines a la institución. Como nota fundamental, que tuvieran espíritu de servicio. De ir a los más pobres, pero también estar pendientes de los voluntarios.
Ahora mismo hay un equipo consolidado, bueno, tanto en el personal de servicio como en los coordinadores, pero en ocasiones también nos golpea la migración, o la muerte, o la falta del relevo en los servicios. Aun así, creo que lo más importante es ese espíritu de servicio. Que entren en esta sintonía de que trabajamos con el dolor. Todos los días podemos recibir realidades muy duras, y hay que escuchar y acompañar. Tenemos que orar juntos, celebrar juntos la Navidad, asistirnos en los momentos difíciles, hacer juntos los encuentros de crecimiento personal… Estar juntos, esa es la clave.

VC: ¿Los momentos más difíciles?

M: Las emergencias. Podría mencionar, por ejemplo, el huracán Irma, que azotó toda la costa Norte de la diócesis en 2017. El tornado de 2019. O el huracán Ian más recientemente. La pandemia, porque era cuidar al equipo y seguir sirviendo. Creo que ahí hubo un gran compromiso del equipo. Los voluntarios también, que siguieron cocinando para que la gente no pasara hambre, sobre todos los ancianos.
Cuando sobrevienen las crisis económicas. Porque es una institución que se auto-sostiene. Si no tienes proyectos, si no tienes fondos, ¿cómo mantienes los servicios? ¿Cómo le pagas al personal? El no tener recursos para servir, con necesidades más grandes de las que puedes abarcar, que a veces te frustra; por eso también hay que ocuparse de estar sólido espiritualmente.

VC: Terminas tu servicio como directora, ¿qué quisieras que pasara con Cáritas en los próximos años?

M: Que pudiera seguir sirviendo. Que tuviera recursos, otras facilidades. Libertad de acción para seguir ayudando a este pueblo que la necesita y la va a seguir necesitando. Que mantenga el voluntariado, porque muchos son mayores ya y los jóvenes se van.

VC: Algo gratificante de servir en Cáritas.

M: Cuando los beneficiarios te agradecen, y muchos te dicen incluso que les ha cambiado la vida. Pienso en madres con niños con discapacidad, en muchachos que han llegado a la Universidad gracias a los repasos o los talleres de valores, en personas mayores que estaban solas o abandonadas y que han renacido.

VC: ¿Qué quieres que las personas sepan de Cáritas?

M: Que en los momentos duros, Cáritas está ahí, y que va a permanecer. Porque creo que el testimonio más grande, y por el que más se conoce a la Iglesia en Cuba, es porque sirve a los más necesitados. Cáritas es el brazo caritativo, el motor que impulsa el amor en la Iglesia. Y creo que eso es lo más importante: el amor.

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Equipo de Comunicación Cáritas Habana
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