Las guarderías infantiles habaneras, a más de un año de la aparición de la COVID-19

Rachel S. Diez

Foto: Cortesía Cáritas Habana

La Habana, enero de 2022— La reciente apertura del periodo escolar y la sucesiva incorporación a los espacios públicos también supone un desafío para los distintos servicios que desde La reciente apertura del periodo escolar la vida social. Tal es el caso de las guarderías, que desde su aparición en el escenario nacional han constituido un sustancial apoyo para familias cubanas y grupos sociales vulnerables. 

Las guarderías no solo complementan la vida de la infancia con relación al proceso de enseñanza, sino que además colaboran en la formación cristiana de generaciones y en el acercamiento a la práctica de los valores desde las primeras edades. Allí donde se asientan, estos centros se convierten en realidades de incidencia comunitaria, que impactan la vida de niños y niñas, al tiempo que propician entornos asequibles para padres necesitados de apoyo material y espiritual. En medio de dificultades y carencias presupuestarias, se las ingenian para ofrecer una educación integral, que aliente la bondad y el ejercicio de las virtudes en quienes reciben sus beneficios. 

Su labor ha sido el soporte de madres solteras trabajadoras, hogares quebrados, familias que sufren la marginación y hasta una alternativa altamente calificada para responder a la demanda de instituciones que atiendan los primeros años de vida. Diariamente las guarderías se enfrentan a los avatares de conseguir los más variados recursos, desde soluciones para la desinfección de las manos, hasta útiles de limpieza o los necesarios alimentos y el material escolar.

La preparación profesional y experiencia de sus docentes distingue a la guardería Catedral (salón sor Victoria Benítez), que acompañan las religiosas Carmelitas de san José, donde aproximadamente 25 niños reciben instrucción. Junto a la imposibilidad de conseguir materiales didácticos como libretas, crayolas, temperas, gomas…, enfrentan el desabastecimiento general para conseguir los alimentos. Desde algunos meses atrás, a causa de la pandemia, no han podido disponer de los donativos que antes recibían. No obstante, este centro continuó ayudando a los maestros que allí laboran, pues no dejar desamparados a los educadores en esta difícil etapa constituyó prioridad.  

Las Hermanas del Amor de Dios atienden dos guarderías, una de ellas ubicada en Regla y la otra en Habana Vieja. En la primera trabajan con unos 60 niños y en la segunda 100. Todos comprendidos entre los 3 y 4 años. En Regla, desde hace un tiempo se les dificulta obtener leche para los desayunos, así como medicamentos y electrodomésticos para lavar y cocinar para los pequeños. Sienten el peso, además, de la dificultad para obtener insumos en cantidad a precios más razonables. Por su parte, la guardería Padre Usera, de La Habana Vieja, ha tomado la alternativa de sustituir la leche por jugo, a lo que se suma la necesidad de arreglos en la carpintería del inmueble que ocupan, en el cual la madera antigua ha sido carcomida por termitas. Ambos lugares tienen una significativa experiencia en la formación pedagógica y humana.

Entre los proyectos más noveles, con solo cuatro años de funcionamiento, figura el Jardín Main, correspondiente a Peñalver. En él las religiosas salesianas brindan un aporte esencial a la zona de El Repollo, en Guanabacoa, siendo el único centro de esta naturaleza en la zona que trabaja con la población rural. Allí asisten con sistematicidad a más de 60 niños, y, a petición de los padres, han debido ampliarse a los que superan los 4 años de edad.

A pesar de contar con un modesto presupuesto, Madre Dolores Medina de Párraga trabaja en despertar aptitudes hacia el conocimiento en niñas y niños del tercer, cuarto y quinto año de vida. A partir de este período de aislamiento se creó un espacio virtual por Whatsapp para seguir el aprendizaje a distancia, con orientación de actividades lúdicas y creativas. Esta guardería logra abastecerse de alimentos a partir de los mercados y contactos a grupos de agricultores que están asociados a cooperativas.

Sobre dos décadas de existencia tiene la guardería san José de Calasanz, que guían los religiosos escolapios en el municipio Guanabacoa. En ella se muestra un significativo avance hacia la institucionalización. Como guardería adscrita al centro educativo de igual nombre, ofrecen un programa muy completo de estudios, que incluye la formación cristiana, junto a saberes de lengua materna, conocimiento del mundo natural y educación en las artes, entre otros.

Desde sus inicios, las guarderías trabajan en cooperación fraterna con Cáritas Habana, como deseo del cardenal Jaime Ortega de que las primeras fueran parte de la obra caritativa y social de la Iglesia que peregrina en La Habana. 

En la actualidad, la Fundación Amigos de Cáritas Cuba apoya las asistidas por las Hermanas del Amor de Dios y Kindermissionwerk, de Alemania, a las enclavadas en Párraga, la Catedral y la de los Escolapios en Guanabacoa, como parte de la red de proyectos para la infancia del  Programa Grupos de Desarrollo Humano (GDH) de Cáritas Habana. 

Sin embargo, en momentos tan difíciles, conviene que puedan ser apoyadas también desde las distintas pastorales, grupos comunitarios o de servicio. Ellas constituyen obras valiosas para la formación de mejores ciudadanos y en el acompañamiento de la Iglesia al pueblo cubano.

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Equipo de Comunicación Cáritas Habana
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