GDH: Por una vida plena para niños y adolescentes

Familias de distintas comunidades de la Diócesis Guantánamo Baracoa se vinculan al Programa Grupos de Desarrollo Humano (GDH), de Cáritas, en busca de orientación y ayuda ante los disímiles desafíos que experimentan en la educación de sus hijos desde edades tempranas.
Así lo reconoce Aray Jiménez, una de las madres beneficiarias de GDH en la diócesis, agradece estos espacios de armonía y sano aprendizaje para su hijo Guido.
Nosotros vivimos en el barrio de San Justo, alejado del casco histórico de la ciudad de Guantánamo, donde la interacción entre los niños no es la mejor. Algunos queman etapas, hablan de temas complejos que corresponden a los adultos, escuchan música con mensajes negativos y asumen posturas no acordes a sus edades. Por eso encontré en GDH una oportunidad para el mejor desarrollo de mi hijo, normas de educación que deben cultivarse en el ámbito de la familia y la escuelaHe participado en encuentros entre los talleres y me parece muy loable cómo los animadores logran la unión entre los niños y adolescentes, quienes aprenden a relacionarse con respeto, buen trato, no imponer criterios, compartir saberes.”
Otras familias llegan marcadas por situaciones como el divorcio, el abandono de padres, la incidencia del alcoholismo en miembros del hogar, violencia doméstica, bajos ingresos, emigración, falta de atención hacia los menores y otros problemas que subsisten en el ambiente doméstico o la comunidad en la cual conviven los menores.

Al acercarse a alguno de los 11 grupos que tiene el proyecto GDH en la diócesis y a su voluntariado, aprecian la valía de este programa que apuesta por acompañarlos y reforzar sus relaciones y valores, en especial a aquellos en mayor estado de vulnerabilidad.
Uno de nuestros desafíos es acompañar a las familias con herramientas valiosas para lograr una mejor relación y atención hacia los menores. Queremos llegar más a nuestros beneficiarios para, sin invadir sus interioridades, ayudarles en el camino por una vida más plena -expresa Rider, Coordinador del programa que acoge en la diócesis a 437 beneficiarios junto a sus familiares-.
En los talleres, 27 animadores refuerzan cualidades, hábitos, reglas de cortesía, mediante actividades como manualidades, juegos, dinámicas, la literatura, dramatizaciones, dibujos y otras manifestaciones culturales.

Por su parte, Yannara Benítez, una de las formadoras de GDH, comenta de sus vivencias en los diferentes grupos:
“Nuestro propósito es ayudar a nuestros beneficiarios a descubrir su dignidad, lo que le permite reconocer su valor como persona y de esa forma valorar y respetar al otro. Hemos podido ver cómo menores con carencias materiales y espirituales, a partir de nuestra labor, van ganando de manera espontánea en su capacidad para comunicarse, colaborar, compartir, sin barreras de ningún tipo. Ellos se integran al grupo y se transforman en personas más abiertas, sociables, educadas, capaces de comportarse de manera adecuada, no solamente en los talleres, sino en espacios de su cotidianidad. También les enseñamos que los retos en la vida se pueden superar a partir del esfuerzo, la voluntad y la ayuda del resto del grupo.”
“Me ha servido mucho aprender y poner en práctica valores como la responsabilidad, honestidad, solidaridad, entre otros, en mi desempeño escolar y social. Hoy aprecio más la amistad, a la familia y concibo a todos por igual porque comprendí que lo más importante son los sentimientos y actitudes positivas de las personas- expresa Cristel, beneficiaria que tiene 18 años y permanece en el programa.-
Por el amor y sentido de pertenencia transmitido en el taller Tesoro de Papel, esta joven se prepara hoy como animadora para ser parte de una misión que aporta sabiduría y enriquecimiento espiritual, experiencia similar en otros grupos en los que sus beneficiarios, al pasar a la juventud, deciden convertirse en voluntarios del proyecto.
Asistir a las actividades de cualquier taller permite descubrir cambios positivos en los participantes, al demostrar su capacidad de escucha, tolerancia, una socialización en armonía, los deseos de cooperar para realizar acciones de bien común y habilidades para crear. De estos resultados, afirma Rider:
“Los logros obtenidos hasta hoy, son frutos de la constancia, amor y preparación de los animadores, que en cada encuentro les transmiten la educación en valores que los conllevan a ser mejores personas pese a las adversidades presentes en la vida, para convertirse en hombres y mujeres de bien.
Con nuevos sueños y muchos deseos de hacer, los animadores del programa en la diócesis de Guantánamo- Baracoa, encaminan sus pasos para ser fieles al llamado del Papa Benedicto XVI: Proteger a los niños para que nunca se apaguen sus sonrisas, vivan en paz y miren al futuro con confianza.”
Varios talleres de Cáritas




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