Por María Antonieta Colunga y Cormac Bustillo
Fotos: Carlos Ernesto Escalona, María Antonieta Colunga y Amalia Ramos.Según las estadísticas oficiales, para el 2025 más del 30% de la población cubana superará los 60 años de edad.
Cuba envejece, porque disminuyen progresivamente sus índices de natalidad, existe un descenso de la mortalidad y, además, enfrentamos un fenómeno migratorio que muchas veces deja atrás a padres y abuelos que deberán enfrentar el reto, cuando llegue el momento, de cuidarse a sí mismos o ser cuidados por vecinos, amigos o por el Estado y sus instituciones.
Esta es una realidad que genera preocupación, a nivel social y personal: solemos ver la vejez únicamente como una carga y a las personas mayores como esos seres desvalidos, bebés muy grandes que demandan servicios de salud y asistencia social.
Sin embargo, en sus más de veinte años de ministerio junto a los ancianos, el Programa de Personas Mayores (PPM) de Cáritas Cuba atesora una experiencia que demuestra cuánto pueden aportar aún a los demás y a sí mismos esos que llegan en plenitud a una edad avanzada.
Para 2015, Cáritas contaba con unos 2 200 voluntarios vinculados a su Programa de Personas Mayores; hombres y mujeres que constituyen la columna vertebral del trabajo de la institución al donar su tiempo libre para animar actividades, prestar servicios, acompañar, orientar y capacitar a otros.
Lo curioso del dato es que, en su gran mayoría, estos voluntarios son a su vez personas mayores, ancianos que ayudan a otros ancianos, que acompañan a otros ancianos, que animan encuentros y talleres, que brindan su sabiduría acumulada a los nuevos que cada año pasan a engrosar las filas de la gran familia de Cáritas.
Mujeres de más de 65 años de edad constituyen la fuerza motriz del voluntariado del PPM. Ellas, a través de sus acciones solidarias y su continuo entregarse al servicio de los demás, nos recuerdan lo importante de no subvalorar o menospreciar la capacidad vital, espiritual, productiva, cognoscitiva que sobrevive en muchos aun pasados los sesenta.
Darles a las personas mayores participación y protagonismo en las dinámicas que les competen es también una manera de dignificarlos, de insuflarles ánimo y sensación de bienestar y alegría al sentirse aún útiles; y de mantener su mente en activo y, por tanto, en estado de sanidad.
Para los adultos mayores también las acciones solidarias reafirman su testimonio de fe y aumentan su autoestima, a la vez que favorecen sus relaciones sociales a través de la participación en estas tareas.
Ya desde 1989 la Cruz Roja Española, en un estudio realizado en ese país, lo anunciaba: la incorporación como voluntarios de las personas mayores supone importantes ventajas para todos los sectores, organizaciones, sociedad y las propias personas mayores.
La experiencia demuestra, incluso, que hay determinadas actividades para las cuales las características especiales de las personas mayores resultan un beneficio en vez de un impedimento; y que se logran con su apoyo resultados que no se alcanzarían con voluntarios de otras edades.
Podemos aprovechar el potencial de sabiduría, la larga experiencia vital de nuestros viejos y su disponibilidad de tiempo, para insertarlos en acciones de enseñanza a colectivos jóvenes, de capacitación y trasmisión de conocimientos. También su ejemplo y la empatía que genera la cercanía etaria los hace ideales para liderar las campañas de captación de nuevos beneficiarios dentro del Programa.
En las oficinas de las Cáritas diocesanas, su apoyo puede resultar muy efectivo en labores de información y atención a los beneficiarios. En su barrio o zona, pueden facilitar el acceso de los recursos disponibles y a todas aquellas ofertas de servicios personales que existan y puedan ser de interés de los otros.
Cuando se los articula en colectivos de cooperación, pueden generar entre ellos mismos pequeñas redes de ofertas y colaboraciones domésticas, en régimen de intercambios entre personas mayores de un mismo barrio que se prestan entre sí ayuda a domicilio, se apoyan y cuidan unos a otros.
Estos son apenas algunos ejemplos, pero las posibilidades son infinitas cuando abrimos nuestro corazón y nuestra mente a la fortuna que supone contar con las personas mayores para ser protagonistas de su propio bienestar.
Uno de los grandes retos en el futuro para Cáritas Cuba lo constituye el incentivar la renovación del voluntariado dentro del Programa de Personas Mayores, pues ciertamente la fuerza, el empuje de la juventud se impone y se hace necesario. Sin embargo, no olvidemos que en nuestros propios beneficiarios, en esa gran masa de adultos mayores que acuden a nuestras iglesias, hay un potencial ilimitado y, en ocasiones, desaprovechado; y hay, sobre todo, compromiso, fe y disposición de servir, que a la larga es la arcilla imprescindible para la obra.