Por: Roberto Alfonso Lara
Fotos: cortesía de Cáritas Cienfuegos
2-El equipo diocesano de Cáritas Cienfuegos visitó a familias vulnerables de comunidades apartadas del territorio, a las que llevaron alimentos y aseo.
3-En varios de los 19 talleres de GDH en Cienfuegos se distribuyeron libros de cuentos, colores, lápices, gomas y otros materiales de utilidad escolar.
Cienfuegos, noviembre de 2020— Angélica es una pequeña que en realidad no se llama así. Pero existe, y pudo dejar de existir. Durante estos meses de pandemia intentó suicidarse varias veces para escapar de las verdades de su vida: padres alcohólicos, violencia familiar, venta ilegal de ron en su propia casa. Ahora, allá en el asentamiento de Arimao donde reside —ubicado a escasos minutos de la ciudad— tiene todos los ojos sobre ella, al contar con la atención especial del Programa Grupos de Desarrollo Humano (GDH), de Cáritas Cienfuegos.
Historias no tan lejanas a la suya comparten los 285 beneficiaros del Programa en esta Diócesis del centro sur de Cuba. Son, por mayoría, niños y adolescentes que mucho antes a la irrupción de la Covid-19 vivían en situación de desventaja social, por lo que la complejidad del nuevo escenario significó, simplemente, otra estocada. Si ya entonces eran vulnerables, terminaron siendo más vulnerables que nunca.
“Percibimos una gran afectación en los muchachos, especialmente en el comportamiento, señaló Edith Martínez González, coordinadora diocesana de GDH en Cáritas Cienfuegos. Algunos son hijos de padres divorciados, otros viven solos con los abuelos, y suelen pasar el día en la calle. En los meses de cuarentena, al no poder salir, conocimos de varios que se fugaron de sus casas, de conflictos que sucedieron en el seno familiar, y esto los hizo más violentos.
“Fue algo que constatamos de primera mano en las visitas del equipo a asentamientos intrincados de la Perla del Sur como Guabairo, San Antón, La Pedrera y Simpatía, considerados entre los lugares con mayor vulnerabilidad en el territorio. Allí —dijo—, los propios animadores de nuestros talleres nos comentaron toda la situación difícil que habían pasado, y en los hogares adonde fuimos, observamos estados de ansiedad e irritabilidad.
“Las familias se vieron muy golpeadas desde el punto de vista económico, porque escasearon los alimentos. En las zonas de campo, donde generalmente las opciones resultan limitadas, no es fácil lograr mantener a los niños y adolescentes encerrados en la casa, con poco o casi nada para brindarles de comer. Esto degradó mucho a esas personas”, agregó.
La suspensión temporal de los 19 talleres de GDH en comunidades religiosas de la Diócesis supuso un giro que, a pesar de necesario, no dejó de ser brusco e inesperado. Aunque se hizo lo posible por mantener los dos grupos de repaso escolar y la preparación para las pruebas de ingreso a la Educación Superior (a distancia, por medio de comunicación telefónica y visitas de las maestras a las diferentes casas), otras actividades fueron paralizadas hasta nuevo aviso.
“Al dificultarse tanto la compra de alimentos, decidimos cerrar los seis talleres de culinaria hasta que mejoren las condiciones”, refirió Susana Sabina Gallosa, miembro del equipo diocesano y formadora. “Estos, además de contribuir a la formación de valores en los muchachos, eran de muchísima ayuda, porque nos permitían ofrecerles algún almuerzo o merienda. No obstante, en los meses de confinamiento Cáritas Cienfuegos auxilió a las familias más vulnerables, a las que entregó un set de comestibles y aseo, que alivió sus carencias”.
También se distribuyeron materiales escolares como cuadernos de las asignaturas de Matemática y Lengua Española para incentivar, entre los beneficiarios, la necesidad del estudio. Padres y familiares recibieron plegables con pautas a seguir en este tiempo de pandemia, enfocadas en minimizar los momentos de desesperación, adaptarnos a los cambios y buscar alternativas. En todos los casos, cada una de las acciones contó con el apoyo de los sacerdotes.
Desde el pasado 12 de octubre, y tras rigurosa planificación, GDH retomó su labor de impacto en las comunidades religiosas de Cienfuegos, bajo estrictas medidas de higiene (desinfección de manos, pasos podálicos, uso de la mascarilla) y enormes retos en el plano educativo.
“Previmos, de conjunto con los animadores, un aumento de las horas por clase para trabajar con los muchachos: reunirlos dos o tres veces en la semana, en pequeños subgrupos, respetando el distanciamiento social. Para los talleres de culinaria diseñamos otras actividades como la siembra de hortalizas y plantas medicinales en aquellos sitios que disponen de patio, así como el desarrollo de manualidades”, sostuvo Martínez González.
La coordinadora diocesana destacó que la relación del hombre con el medio ambiente figura entre los temas que serán abordados en tales espacios, mediante intervenciones comunitarias, lecturas y visualización de materiales audiovisuales, sin restarle protagonismo al eje de los valores, que ha experimentado un retroceso bastante visible en las conductas agresivas de los niños y adolescentes que son asistidos por GDH en la Diócesis cienfueguera.
Al respecto, Sabina Gallosa comentó la degradación que han sufrido los entornos familiares en el transcurso de la Covid-19, refiriéndose no solo a las manifestaciones de alcoholismo (cada vez más presentes en zonas rurales y apartadas), sino a la incidencia de comportamientos sexuales inadecuados por parte de los padres. “Incluso —dijo— hoy tenemos niños que viven en un clima agradable, con todas las necesidades materiales cubiertas y, sin embargo, padecen la desatención de la familia. Sus urgencias espirituales no son igualmente socorridas.
“El escenario de la pandemia —añadió— nos ha exigido el cambio constante, lo importante que es llegar al hogar de nuestro beneficiarios, conocer desde dentro qué pasa, cuál puede ser la mejor solución a sus problemas o cómo paliar un poco la difícil situación familiar en la que crecen. Eso, acompañarlos, ser testigos de las dificultades que atraviesan, de sus dolores, ha sido una experiencia única en esta etapa”.
Ante la “nueva normalidad” que se abre en casi todo el país, las realidades que ya afronta GDH en Cienfuegos son mucho más agravantes, con situaciones de violencia, marginalidad y pronunciadas escaseces que, incluso, en una nación como Cuba —con mecanismos gubernamentales creados para la asistencia a personas vulnerables—, elevan el riesgo de exclusión social de esos niños, adolescentes y jóvenes a los que apostamos el futuro. La historia de Angélica tiene nombre, es una, y puede haber muchas...