Cada año, Cáritas Cuba convoca a las comunidades parroquiales a participar de su Colecta. De mayo a agosto, en un íntimo ejercicio de fe y de entrega al otro, cientos de miles de cubanos diezman de su economía personal para ayudar a sostener nuestra labor humanitaria también desde adentro, con recursos propios.
En muchas iglesias se entrega a la Colecta la ofrenda dominical (el resultado de la cesta que pasa de mano en mano); en otras, se reparten sobres para que la persona o la familia le vaya echando alguito en casa y la devuelva al final del cuatrimestre. Hay comunidades muy animosas que realizan rifas, pequeñas ventas de artículos personales o de producciones logradas en los talleres manuales que Cáritas acompaña, o que ponen un buzón a la entrada del templo. Son cuatro meses que no solo se tratan de acopiar dineros, sino—y quizá sobre todo—de recordarnos nuestro compromiso con el prójimo y demostrarnos cuánto podemos hacer por el otro cuando nos juntamos en la alegría del Evangelio.
El pasado 2019, las once diócesis cubanas lograron recaudar más de 10 mil cuc para la Colecta de Cáritas. Pero este 2020 no se tratará de cifras.
Una nueva realidad, marcada por la peor pandemia de los últimos cien años, nos llama a repensar la entrega. Los templos abrirán próximamente, luego de meses de pausa; y sabemos que nuestra iglesia, humilde, necesitará de su feligresía para sostenerse.
Por eso Cáritas hace hoy un nuevo llamado, uno que busca germinar en gestos de acompañamiento ante la soledad y la necesidad de los días que corren.
Nuestra nación, como el mundo en general, vive tiempos convulsos, tiempos de carencias profundas y de quiebres. El instinto nos lleva a todos a buscar cómo mitigar las necesidades personales; pero Dios nos pide, desde el compromiso de fe que hemos asumido con Él, que no dejemos de escuchar el lamento de los más desfavorecidos. ¡Y que respondamos!
Animados por el Salmo 34, que en su versículo siete reza: “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”; Cáritas Cuba llama hoy a todas las personas de fe y de buena voluntad, para que no olvidemos al que clama, al que está solo, al enfermo, al que tiene hambre, al sin techo.
No hay mejor sitio para poner tu ofrenda que esa mano tendida al alcance de tu mano.
Seamos Cáritas nosotros, cada uno, allí donde nos encontremos: en el barrio, en el centro laboral, en la calle. Demos palabra de amor y aliento a quien lo necesita; cocinemos de lo poco nuestro para alguien que no tiene nada; compartamos unos minutos por el teléfono con el que vive solo y no tiene a quien contarle sus temores; hagamos la fila para esa persona mayor que necesita hacer una compra.
Tomemos como motivación las palabras del Santo Padre, Papa Francisco, en la Convocatoria por la Jornada de los Pobres de 2018: “los pobres nos evangelizan, ayudándonos a descubrir cada día la belleza del Evangelio. No echemos en saco roto esta oportunidad de gracia. Sintámonos todos, en este día, deudores con ellos, para que tendiendo recíprocamente las manos unos a otros, se realice el encuentro salvífico que sostiene la fe, vuelve operosa la caridad y permite que la esperanza prosiga segura en su camino hacia el Señor (...)”.