Texto y fotos: Equipo de Comunicación de Cáritas Guantánamo-Baracoa
Guantánamo-Baracoa, 2 de abril de 2021— Visitar Baracoa alegra el día desde que asoma un rostro incondicional al servicio de los más necesitados: Lázaro Raulicer Borges Díaz, hombre con el don de la bondad y energías del Rey David.
Su sonrisa da la bienvenida y contagia con sus dicharachos a flor de labios para animar a un trabajo que busca el bien común y el desarrollo humano integral. Ese carisma conquista la confianza de personas marcadas por situaciones adversas.
“Empecé en la Pastoral Social de Cáritas en el año 2011, a partir de la invitación del Padre Mateo, quien me pidió formar el grupo en la parroquia de Cabacú, Baracoa. Acepté al saber que iba a trabajar no solo para los hermanos de la iglesia, sino para cualquier persona que lo necesitara. Esa es una gran motivación para mí y desde esa fecha soy uno más en esta labor que me apasiona”.
Para este hombre de origen campesino que supera las seis décadas de vida y tiene una pequeña finca, trabajar como voluntario de Cáritas no resulta una tarea difícil ni complicada, solo requiere de organización y colaboración de la familia.
Lo dice con sus ojos expresivos, además de manos inquietas y prestas para hacer, mientras emana esa espiritualidad de quien tiene muchos deseos de servir y una esperanza nacida de la fe inquebrantable en el amor de Dios a la Humanidad.
“Cuando debo participar en alguna formación en Guantánamo o estar casi a tiempo completo fuera de casa en medio de una emergencia o en las visitas a las comunidades, adelanto mis faenas o dejo preparado lo que deben hacer mi esposa y el resto de los familiares, para que todo marche bien en mi ausencia”.
En estos nueve años, Raulicer colabora en los diferentes programas y hoy es el Responsable de la Cáritas Parroquial en “Nuestra Señora de la Merced”, en Cabacú, zona cercana a la primera iglesia fundada en Cuba en 1511. Ello lo convierte en voluntario y beneficiario del Programa de Personas Mayores (PPM) en la Primera Villa, del de Acompañamiento a Familias Campesinas, Formación General, Emergencias y cuanto servicio precise la iglesia.
Es de esas personas que el Papa Francisco describe con el milagro de la amabilidad, la sabiduría de los afectos, la alianza con Dios y el servicio al prójimo.
“Comencé en Cáritas a los 58 años y hoy tengo 67. En este tiempo he participado en varios cursos para organizar y llevar adelante cada misión. Una de las de mayor utilidad es la de socorrer y acompañar a las personas en momentos de emergencias, como el paso de huracanes”.
Para Raulicer, Mathew representó una experiencia inolvidable por los devastadores daños que dejó:
“Como equipo nos organizamos para la distribución de donaciones de comida, agua, productos de aseo, frazadas, colchones, materiales para cubiertas de techo y otros recursos, todo eso en áreas intrincadas y lugares vulnerables como los cercanos a los ríos, siempre con mirada especial hacia los más necesitados, enfermos, personas mayores y mujeres que viven solas con sus hijos. Así trabajamos también durante el brote pandémico en Baracoa, cuando entregamos ayuda económica a familias para solventar sus principales necesidades”.
A cuatro años de aquel fatídico huracán, comenta el apoyo de Cáritas a cerca de 50 familias con la construcción de casas nuevas en áreas de difícil acceso de Baracoa, la rehabilitación de casi 200 viviendas en esas serranías y resalta el ímpetu que suma a los residentes de las comunidades a compartir esfuerzos para mejorar la vida de su gente.
Con esa honestidad que desborda su ser, la palabra jocosa y el brazo dispuesto a reconstruir, Raulicer evoca cómo aprovecharon la madera de los árboles caídos por el evento y la práctica de otras ideas singulares para reparar los perjuicios de un inolvidable huracán que atrajo también la solidaridad.
Estar activo en la organización lo revitaliza en cuerpo y alma y aunque algunos le cuenten sus canas, él insiste en el alimento espiritual y fuerza que percibe al servir a otros.
“En el funcionamiento del grupo de la personas mayores en la parroquia precisamos la ayuda de especialistas de salud que compartan sus saberes para enseñar la importancia del autocuidado. Juntos aprendemos a vivir mejor nuestra vejez. También colaboro en las actividades y atención a los ancianos que están solos o no tienen apoyo familiar.
Me siento muy bien como integrante de ese programa que busca la dignidad de las personas mayores, su espiritualidad y conocimientos para ganar en calidad de vida. A mí me enseña a cuidarme para mantenerme activo en mis funciones cotidianas y aportar algo más”.
Escuchar su historia muestra las huellas de un hombre que vive humilde y santamente su cotidianidad.
“En general, agradezco a Cáritas esta oportunidad de servir y recibir. Aquí siento que se escucha a quienes necesitan ayuda. Cuando está Dios, te llega el mensaje preciso y te inspira a cambiar muchas cosas. Hoy quiero más a mi familia y al prójimo. Me siento útil con mis años, me nacen más ganas de hacer y todo eso viene de Dios”.